lunes, 7 de diciembre de 2009

Las murallas de Carcassone (3)

Resultaba inquietante seguir a la nada.
Pasé caminando un largo rato sin saber hacia dónde me dirigía ni dónde estaba, pero aquella figura fantasmal de vez en cuando aparecía frente a mi indicándome el siguiente paso...
...derecha...izquierda...un arco...una puerta... un pasillo...

Todo un monton de aburrida piedra cubierta de aquella bochornosa luz que mis ojos empezaban a odiar más que lo que había odiado jamás la humanidad, y tengo que decir que a ésta la odiaba... con una rábia infinita. Aquella luz... me causaba una ira tan profunda que deseaba matarla, pero la energía es inquebrantable, no como la estúpida fragilidad humana.

Por fin pasé por un arco pequeño y me resguardé un rato en la oscuridad de un rincón de sombras, me senté en el suelo ya cansada de caminar y respiré exhausta.

Debí imaginar que aparecería de un momento a otro mi fiel acompañante, como tantas veces, de la nada aquel fantasma sin rostro, que se cubría curbado con un manto color plata, y que con sus manos rojizas unidas en el pecho... me indicaba mi camino...

Una nueva puerta se abría a mi espalda (de la cual ni siquiera me había percatado), y más allá, nuevos pasillos y escaleras, más piedra y luz...

¿Cuánto duraría aquello?


Deseé volver a mi prisión por unos segundos eternos...








Pic.Lluna

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